“Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.” 


Estas son las palabras de Marta a Jesús en la ocasión de la muerte de su hermano Lázaro.  Expresan el sentimiento desgarrador de remordimiento experimentado por millones de personas cuando sus seres queridos son tomados de ellos a causa de la muerte.  Tantos pensamientos pasan por la mente durante ese tiempo – si hubiéramos hecho ésta o tal cosa;  o si hubiéramos acudido a otro médico.  Si la muerte fuera el resultado de un accidente mientras viajaba, pudiéramos decir que si sólo nuestro ser querido no hubiese hecho tal viaje, esto no hubiera pasado.  En el caso de Marta, ella pensó que fue la ausencia de Jesús que causó la muerte de su hermano, así que estuvo dispuesta a echarle la culpa a él.

Muchos han compartido el mismo punto de vista de Marta en que han sentido que de una u otra manera el Señor fue responsable por la muerte de su ser querido, o que él pudiera haber prevenido la tragedia de haber ocurrido.  Así que se preguntan, ¿por qué?  Se imaginan que de una u otra manera deben haber hecho algo que fue desagradable a Dios, o quizás que el que murió fue castigado por un mal particular.  Y, entonces, quizás con temblor, piensan que si lo último fuera verdad, ¿cuál es la condición del ser querido que ha muerto ahora?  ¿Estará sufriendo de algo que es aun peor que la misma muerte?

Mezclados con los pensamientos que plagan a tantos cuando la muerte visita su hogar es la pregunta, usualmente no contestada, ¿qué hay más allá de la tumba?  ¿Veremos de nuevo a nuestros seres queridos?  ¿Están felices ahora, y nos reuniremos con ellos algún día para compartir su felicidad?  Nuestros corazones anhelan respuestas definidas a todos estos interrogantes que se levantan en medio de nuestro dolor.  Y estas preguntas pueden ser contestadas puesto que las respuestas se encuentran en la Palabra de Dios.


Satanás, habiendo asumido la forma de serpiente, le pronunció la primera mentira a Eva. Le dijo que si desobedecía el mandato de Dios de no comer del fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, "No moriréis", aunque Dios le había expresamente advertido al hombre que "el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Gn. 3:4; 2:17). Satanás traicioneramente le aseguró a ella (otra mentira descomunal) que al comer la fruta "serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal" (Gn. 3:5).


La Biblia establece claramente que Dios es "el único que tiene inmortalidad" (1Ti. 6:16). De hecho, la Biblia contiene además un número de Escrituras que prueban que el hombre mortal no recibe su inmortalidad hasta la segunda venida de Cristo—en ocasión de la resurrección (1 Cor. 15:51-55; Juan 5:28,29).

El único que prometió a Adán la vida en la desobediencia fue el gran seductor. Y la declaración de la serpiente a Eva en Edén.- "De seguro que no moriréis"- fue el primer sermón que haya sido jamás predicado sobre la inmortalidad del alma.

Y sin embargo esta misma declaración, fundada únicamente en la autoridad de Satanás, repercute desde los púlpitos de la cristiandad, y es recibida por la mayoría de los hombres con tanta prontitud como lo fue por nuestros primeros padres. A la divina sentencia: El alma que pecare, ésa morirá (Ezequiel 18:20), se le da el sentido siguiente: El alma que pecare, ésa no morirá, sino que vivirá eternamente. No puede uno menos que extrañar la rara infatuación con que los hombres creen sin más ni más las palabras de Satanás y se muestran tan incrédulos a las palabras de Dios.

El Origen del Hombre
Volviendo a las preguntas que aún no tienen respuestas: ¿cuál es la condición del ser querido que ha muerto ahora?  ¿Estará sufriendo de algo que es aun peor que la misma muerte? Para entender que es lo que sucede cuando el hombre muere, es esencial contestar estas interrogantes ¿Qué es el hombre? ,¿De qué está hecho? , ¿Hay una parte de él que es inmortal?


En respuesta a estas preguntas la Biblia señala:  

Génesis 2:7 "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente"


En este pasaje se presentan importantes detalles adicionales en cuanto a la creación de Adán. Se nos permite observar, por así decirlo, dentro del taller de Dios y observar su mano que realiza el misterioso acto de la creación.
Primero, hablemos del cuerpo.


La Biblia con frecuencia habla de cómo fue tomado de la tierra. Por lo tanto, nuestro cuerpo está formados de materiales que encontramos en la tierra: oxígeno, hidrógeno, calcio, hierro, fósforo, etc. Esta asombrosa combinación, dotada de la capacidad de amar y razonar, es definitivamente ¡la corona de la creación!

Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. Salmo 103:14
Porque polvo eres y al polvo volverás. Génesis 3:19

El segundo elemento de nuestro ser es el espíritu, también llamado «aliento de vida» (de hecho, el término griego para espíritu es «pneuma», raíz que significa «aire», como en la palabra «neumático», por ejemplo).

El espíritu es el aliento de vida dado por Dios. Cuando el cuerpo inerte recibe este espíritu, comienza la vida; por el contrario, al momento de la muerte, el espíritu abandona el cuerpo y regresa a Dios. Entonces, el espíritu es la fuente de vida y energía de todo ser viviente.

Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida. Génesis 7:15   (RVA-1960)

Porque lo que ocurre con los hijos del hombre y lo que ocurre con los animales es lo mismo: como es la muerte de éstos, así es la muerte de aquéllos. Todos tienen un mismo aliento. Eclesiastés 3:19

Cuando un cuerpo inerte recibe el aliento de Dios (o espíritu), se inicia la vida.

El Espíritu de Dios me hizo; el aliento del Todopoderoso me da vida. Job 33:4



Así ha dicho el Señor Jehová ha estos huesos: «He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.» Ezequiel 37:5


La unión del cuerpo y el espíritu constituyen un alma viviente. Por lo tanto, el alma no es una entidad separada del cuerpo. El alma es el ser viviente en sí mismo. Un alma viviente es creada cuando el aliento de vida de Dios entra en el cuerpo.

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre llegó a ser un alma viviente. Génesis 2:7rv 1909

Así también está escrito: «El primer hombre Adán llegó a ser un alma viviente.» 1 Corintios 15:45

Como podemos ver, la palabra «alma» se utiliza para describir a un ser viviente.


Yo espero en Jehová; mi alma espera. Salmo 130:5



Nuestra alma escapó como un pájaro de la trampa de los cazadores. Se rompió la trampa, y nosotros escapamos. Salmo 124:7



Estos versículos nos demuestran que la palabra «Yo» puede ser remplazada por «mi alma», y la palabra «nosotros» puede ser remplazada por «nuestra alma».


Ahora, si es cierto que el cuerpo más el espíritu se convierten en una alma viviente, veamos que sucede cuando el proceso es revertido...





Si [Dios] retirara su espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo. Job 34:14,15

Les quitas el aliento, y dejan de ser. Así vuelven a ser polvo. Envías tu hálito, y son creados; y renuevas la superficie de la tierra. Salmo 104:29,30

Entonces, cuando el alma viviente pierde el aliento de vida, queda solamente el cuerpo, privado de la vida, y vuelve al polvo. Queda algo por saber: ¿a dónde va el aliento de vida de Dios?

Es que el polvo vuelve a la tierra, como era; y el espíritu vuelve a Dios, quien lo dio. Eclesiastés 12:7


No hay hombre que tenga poder sobre el hálito de vida, como para retenerlo, ni hay poder sobre el día de la muerte. Eclesiastés 8:8


En el momento de la muerte, el espíritu, el aliento, simplemente vuelve a Dios quien lo ha dado para que exista la vida.


Una buena ilustración

Comparemos al cuerpo a una ampolleta (bombillo); el espíritu es la electricidad, y el alma la luz cuando la electricidad llega a él. Cuando no hay electricidad, el bombillo encendido (el alma) deja de existir, porque la electricidad (el espíritu) lo ha abandonado. Sólo existe un bombillo apagado (el cuerpo sin vida).

En el momento de la muerte, el alma viviente deja de ser. El cuerpo regresa al polvo, y el espíritu, la energía de vida, regresa a Dios.

El alma que peca, ésa morirá. Ezequiel 18:20

El que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma. Santiago 5:20   (RVA-1960)

En  Génesis 2:7,  dice "Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente".

La palabra hebrea que ha sido traducida como "alma" en este pasaje es nephesh. Además de haber sido traducida 428 veces como "alma" en el Antiguo Testamento, nephesh también ha sido traducida como sigue: vida—119 veces; persona—29 veces; y criatura—19 veces. "No hay nada en las palabras traducidas como 'alma' o en su empleo en la Biblia, que siquiera remotamente implique una entidad consciente que sobrevive el cuerpo después de la muerte, o que atribuya inmortalidad a ella. Nephesh no es parte de la persona; ¡más bien es la persona!" (Bible Dictionary, por Siegfried H. Horn, Ph.D., p. 1061). La Biblia está clara en este punto: el alma es mortal. Es evidente a todos que el cuerpo humano muere.

Regresando a los días de Jesús y a la familia querida en Betania María, Marta y Lázaro  podemos sacar algunos pensamientos reveladores y alentadores de ellos. Parece que Jesús fue un amigo especial de esta familia, y ellos dieron por sentado que Jesús vendría a ayudarles inmediatamente cuando se enteró de que Lázaro se enfermó. La obra de Jesús lo había llevado a un lugar distante de Betania en aquel tiempo, pero las dos hermanas le mandaron un mensaje que decía, “Señor, he aquí el que amas está enfermo.”  Juan 11:3 Jesús recibió este mensaje pero no hizo nada al respecto por dos días. Finalmente, les dijo a sus discípulos, “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.” (Juan 11:11) Este anuncio les sorprendió a sus discípulos.


Ellos habían oído también que Lázaro estuvo gravemente enfermo. Probablemente, Jesús les había dicho algo acerca del  mensaje que había recibido. Pero, si ahora estaba durmiendo, no podían entender la razón por la que el Maestro quería despertarle.

Pudieran haber pensado que esto fue mal juicio de su parte, así que le dijeron, “Señor, si duerme, sanará.” Es decir, pensaban que sería un gran error despertar a un hombre enfermo que estaba descansando tranquilamente en el sueño que sería mucho mejor que él siguiera durmiendo. Sin embargo, ellos no comprendieron lo que Jesús quiso decir. “Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro,” dice el relato. (Juan 11:13) Dándose cuenta de que sus discípulos malentendieron su referencia al sueño de Lázaro, él les dijo  claramente, “Lázaro ha muerto.” (Juan 11:14) Aquí tenemos de los mismos labios del Maestro un punto de vista muy  interesante y a la vez consolador de la muerte.

Es como el sueño, que quiere decir que los que han muerto descansan, y  esperan, sin saberlo, al tiempo del Señor cuando Él los despierta del sueño del sueño de la muerte.

De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán… Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados… Juan 5:25; Daniel 12:2.

Así que se descubre que el sueño es una de las ilustraciones bíblicas diseñadas para ayudarnos a entender el significado verdadero de la muerte.  Hay dos características principales de la muerte. Una de ellas es que los que duermen están inconscientes. No están conscientes de lo que está pasando en el mundo que les rodea. No están tristes ni contentos. No tienen  preocupaciones y no experimentan ninguna emoción de alegría. No tienen hambre ni sed. En cuanto a ellos las Escrituras declaran.



Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto. Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.”  Ecles. 9:4-6


No obstante, hay otra característica del sueño que es muy significativa también cuando la consideramos como una ilustración de la muerte. Es la expectación de despertarse. La madre arropa a su niño querido en la cuna por la noche, le Canta una canción tranquilizante hasta que sus ojos se cierran en el sueño y su cerebro pequeño entra en la tierra del olvido. El niño ahora está inconsciente, y la madre anda en cuclillas y silenciosamente sale del dormitorio, contenta en su amor por su querido, y regocijándose de la expectación de oír el balbuceo encantador de su niño la próxima mañana.  No hay lágrimas, ni corazón quebrantado, ni soledad ya que el niño está durmiendo solamente, y por la mañana estará despierto con su brillantez llenando de nuevo el hogar  Concerniente a la joven que murió, Jesús dijo, “la niña no está muerta, sino duerme.” (Mateo 9:24) Aquí, de nuevo,  como en el caso de Lázaro, Jesús comparó la muerte con el sueño, un sueño porque desde el punto de Dios y su  provisión de vida por medio de Cristo, habrá un despertamiento en la mañana del nuevo día de la Tierra, el día del  reinado de Cristo que pronto amanecerá. Jesús les dijo a sus discípulos, “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.” (Juan 11:11) La intención de Jesús fue de despertar a Lázaro del sueño de la muerte, y al realizarla, trajo alegría a las hermanas de Lázaro y a todos los que lo amaban.

Desde el principio hasta hoy, Satanás se las ha ingeniado para engañar a los hombres, haciéndoles creer que son inmortales.


Satanás empezó a diseminar la idea de que hay algo dentro del cuerpo humano que es distinto del cuerpo, una entidad que se escapa del cuerpo cuando éste muere, y sigue viviendo. En los círculos supuestamente cristianos, este algo indefinible se llama el “alma inmortal.” Los egipcios antiguos sostenían este punto de vista.

Después, fue adoptado por los filósofos griegos y luego fue introducido en la iglesia cristiana por los filósofos paganos griegos tras la muerte de los  apóstoles. Aunque se describe de varias maneras, esta teoría sostiene que existe algo dentro del hombre que no puede morir y, por eso, la muerte no existe, y ha sido la creencia común de todos los religiosos paganos. La Biblia indica que esta idea era muy común  entre los paganos en los días del rey Salomón, y lo encontramos combatiendo este error con la verdad. Él  escribió, “Porque lo que sucede a los hijos de los  hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo  suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros,  y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el  hombre que la bestia; porque todo es vanidad.

Todo va  a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe [o quién puede  probar] que el espíritu de los hijos de los hombres sube  arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la Tierra?” Ecles. 3:19-21 10 Cuán claramente Salomón declara la verdad de Dios, afirmando que en la muerte el hombre y la bestia son semejantes, que los dos tienen la misma  respiración, o “espíritu,” como se traduce la misma palabra hebrea en el versículo 21.

Después de haber  establecido la verdad, él pregunta, ¿quién puede probar lo contrario? Evidentemente, él supo que las naciones   paganas que le rodeaban creían en lo contrario, que  mantenían la mentira del diablo de que la muerte no  existe, que aunque el cuerpo muere, hay un “espíritu” que “sube arriba” y sigue viviendo. Pero esto, como  demuestra Salomón, no es la verdad. Al contrario, dice  que en la muerte, el hombre y la bestia son semejantes. La preeminencia del hombre sobre la bestia consiste en  que Dios ha prometido que restaurará a la vida a los  humanos muertos en la resurrección, pero no ha Prometido hacer lo mismo para los animales bajos.

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