¿Tiene todo este programa bélico que estamos viendo algún significado para nosotros hoy? ¿Tiene algún sentido el temor que estremece nuestro siglo? ¿Qué señala esta bancarrota de la persona humana? ¿Nos comunica algo la decadencia moral, espiritual, religiosa, política, económica de la hora? Sí, todo esto tiene sentido; muy grave por una parte, y alentador por la otra. 

La Biblia cuyas milenarias profecías anunciaban con una antelación de siglos los grandes movimientos de la humanidad y el desarrollo de sus eventos descollantes, el libro que predijo el surgimiento y la caída de los grandes imperios mundiales, hablaba de una manera específica de nuestro tiempo y pinta en una forma precisa, con más de 20 siglos de anticipación, sus características, sus males y complejidades, así como el desarrollo y el desenlace de su crisis.


Cuando analizamos la situación actual, vemos con toda claridad que se están cumpliendo de una manera pasmosa estas antiguas anticipaciones; y antes de salir uno de su asombro, nota también que la Biblia adjudica a ese cumplimiento un significado trascendental; sería la señal inconfundible de que estaría a punto de producirse en el mundo el mayor cambio de toda la historia, a raíz del retorno glorioso de Cristo a este mundo. ¿Cómo se refieren las profecías a la situación política de este momento de febril agitación? Jesús hablando del tiempo del fin dijo: "Oiréis guerras y rumores de guerras... se levantará nación contra nación, y reino contra reino" (Mateo 24:6-7). El profeta Joel, 600 años antes de Cristo al hablar de nuestro tiempo escribió: "Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos los hombres de guerra. Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil, fuerte soy" (Joel 3:9-10). Estas inspiradas palabras están hablando de un cumplimiento tan acabado que esto no puede sino producir consternación en el ánimo de quien analiza los hechos.


En esta hora de crisis, mientras el viento de las desinteligencias humanas va arreciando en las capas superiores de la atmósfera política, se van haciendo cada vez más pesadas y oscuras las nubes amenazantes. Aumenta la tensión. Lo más notable es sin embargo, que según la Biblia, al mismo tiempo que las naciones se preparan para la guerra estarían hablando de paz. "Dirán: Paz y seguridad" (1 Tesalonicenses 5:3). Vivimos en el siglo de los contrastes y las paradojas; conferencias internacionales, organismos permanentes para buscar la paz, conversaciones en la cumbre, reuniones de primeros ministros. Dirían paz, por una parte, pero se alistarían para la guerra por la otra.


¿Hacia dónde vamos?

¿Cuál será el resultado de la situación crucial que vivimos? San Pablo completa su sentencia profética : "Dirán paz y seguridad" ; y agrega: "Entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina" (1 Tesalonicenses 5:3). Por desgracia, la situación social actual se halla tan viciada, tan resquebrajada, que ya no tiene remedio. 

Los factores en los cuales el hombre ha cifrado sus esperanzas han demostrado ser ineficaces para detener el proceso de desintegración. Pese a todo el bien que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha hecho en el mundo, no ha sido competente para detener siquiera algunas guerras locales, y su creciente debilidad amenaza con derrumbarlo todo. Por otra parte, lo único que podría haber obrado la unión y la armonía de todos los países, que podría haber producido la felicidad de todos los individuos, ha sido sistemáticamente rechazado. Los principios morales del evangelio de Cristo no hallan cabida en los corazones humanos ni en el comportamiento de los gobiernos. Por lo tanto, este mundo marchará, según las profecías bíblicas a la destrucción a que llevan irremisiblemente sus propios males.

El sueño profético del capítulo 2 de Daniel, que predice la aparición, el auge y la caída de los grandes imperios de la antigüedad, y la división de Europa, tiene un final impresionante, destrucción total de la estatua representativa de las naciones del mundo. San Pedro también habla de la destrucción final de este mundo, con su sistema decadente en franco proceso de descomposición (2 Pedro 3:10-11). Pero esta destrucción es sólo un paso previo al establecimiento de un nuevo estado feliz, la piedra que se hace un monte y cubre toda la tierra, es el reino imperecedero de Cristo, que quedará establecido después de su gloriosa venida (Daniel 2:44-45).


El mundo desfallece por el temor

Las alternativas sombrías que el futuro tiene en reserva para la humanidad, junto con toda la serie de situaciones características de nuestro tiempo, han producido, según las palabras de Jesús, un cuadro de congoja, temor y ansiedad. He aquí las palabras textuales de Jesús: "Entonces habrá... en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán a la tierra" (Lucas 21:25-26).

Estas palabras escritas con 20 siglos de anticipación describen de una manera vívida y exacta el angustioso estado de ánimo en que vive la sociedad contemporánea, que a pesar de todas las comodidades que brindan la ciencia y la técnica, experimenta 

congoja y terror al futuro, y sufre la incertidumbre de este momento. Tan generalizado es este estado de ansiedad, que los hombres de ciencia han inventado las drogas "tranquilizantes" para sosegar el nerviosismo y la excitación, drogas que los laboratorios fabrican y venden en cantidades impresionantes.

La antigua descripción profética se cumple con patético realismo en esta década decadente. Sin embargo, si el hombre de hoy prestara atención a las profecías y resolviera su problema volviéndose a Dios, la única fuente de paz y consuelo, no necesitaría permanecer en esta triste condición. El panorama de los terrores y las angustias que rayan en el desfallecimiento y la desesperación de los hombres de pronto resulta inadecuado por la luz maravillosa de la promesa divina: "Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca" (Lucas 21:28). ¿En qué consiste esta redención? La Biblia responde: "Entonces verán al Hijo del Hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria... Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios" (Lucas 21:27.21). La propia desesperación actual, a la luz de las profecías, debe infundirnos esperanza.

El temor del hombre y el desfallecimiento de los corazones, no son sino la señal de la inminencia del suceso más resonante de la historia : la segunda venida de Cristo con majestad y esplendor, para finalizar la era de angustia y preparar esta tierra a fin de que sea asiento de "un reino que no será jamás destruido", un reino de justicia, de paz y bienestar.



Una violencia generalizada

En el sermón profético de Cristo relativo al tiempo del fin el expresó: "Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre" (Mateo 24:37). Y la descripción moral de los días de Noé la hallamos en el siguiente pasaje del libro de Génesis: "Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6:5).

Además San Pablo profetizó que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos : "Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, traidores, 

impetuosos, infatuos, amadores de los deleites más que de Dios" (2 Timoteo 3:1-4).


Las profecías y los signos astronómicos
Otro conjunto de señales que caracterizarán el transcurso de la época especial denominada en la Biblia "tiempo del fin", lo constituyen tres hechos astronómicos bien documentados ocurridos exactamente de acuerdo con la divina predicción. Ellos son: el oscurecimiento del sol, el oscurecimiento de la luna y una gran lluvia de estrellas fugaces o meteoros. He aquí la profecía: "Inmediatamente después de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas" (Mateo 24:29). Las mismas señales son mencionadas por el apóstol Juan en Apocalipsis, como los acontecimientos propios del sexto sello que corresponde al tiempo del fin, comenzando con el gran terremoto de Lisboa en el año de 1.755. "Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto, y el sol se puso negro como tela de silicio, y la luna se volvió toda como sangre, y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento" (Apocalipsis 6:12-13).
Los dos pasajes bíblicos anteriores fijan la época en que estos extraordinarios fenómenos astronómicos debían ocurrir. Cristo declaró: "Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días." Se refería a la persecución del cuerno pequeño (Daniel 9:27; 11:31;12:11), que finalizó un poco antes de 1.798. El oscurecimiento del sol y la luna ocurrió el 19 de mayo de 1.780 (citado por Marcelo I. Fayard, en “Hacia la Edad de Oro”, Pág. 271, Casa Editora Sudamericana, Buenos Aires). Cincuenta y tres años más tarde el 13 de noviembre de 1.833, ocurrió una lluvia de meteoros o estrellas fugaces que causó sensación en los Estados Unidos que quedó igualmente documentado en varios países (Burrit, ”Geography of the Heavens”, Pág. 163, ed. 1854).

Progreso en el conocimiento de las profecías
Junto al cumplimiento de todas las demás profecías que se refieren al tiempo del fin y la segunda venida de Cristo al final del siglo XVIII y al comienzo del siglo XIX, se ha venido presenciando la realización de este otro pronóstico concurrente, en el cual el profeta registra la orden que Dios le transmitiera: "Pero tú, Daniel cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá y la ciencia se aumentará" (Daniel 12:4). En otras palabras se le pide al vidente que cierre el libro y guarde oculto el significado de la profecía hasta el tiempo del fin de la historia humana. Y añade el extraordinario anuncio de que cuando este tiempo llegare, los hombres correrían de aquí para allá, se produciría un despertar en la investigación de las profecías y el conocimiento de las mismas se aumentaría.
La profecía indicaba que sólo al llegar al tiempo del fin, o sea nuestro tiempo se produciría el aumento espectacular del conocimiento de las profecías de Daniel y Apocalipsis.

Conclusión
Los nubarrones que muestra toda la revelación bíblica, referente a nuestro tiempo y al destino del mundo, a pesar de que en su realismo habla de guerras, angustia de naciones, inmoralidad, y por fin de la destrucción del orden actual por la intervención de Dios, no permanecen indefinidamente negros ni terminan en un caos definitivo. Los episodios de destrucción son sólo transitorios y constituyen el anuncio del triunfo final del bien sobre el mal, de la paz sobre la guerra, de la justicia sobre la injusticia, de la felicidad sobre el dolor.
En efecto, todas las profecías de las Escrituras, que anticipaban los grandes sucesos de la humanidad, cumplidas con asombrosa exactitud y dramatismo en la realidad del tiempo del fin, culminan con un acontecimiento de primera magnitud, cuya realización alumbra el panorama de los siglos y llena el corazón de esperanza, gozo y bienestar. Afirmó Jesús que después de cumplidas todas las señales predichas para el tiempo del fin, es a saber, nuestro tiempo, "Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria... De la higuera aprended la parábola, cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Mateo 24:30-33). El cumplimiento de las profecías nos coloca frente a la realidad inminente y tremenda de que Cristo viene pronto. Cobre aliento tu corazón cansado, consuela tu alma afligida y mientras te preparas para la liberación final de todo temor espera con gozo la hora magnífica en que Dios podrá implantar su reino eterno.

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